lunes, 4 de octubre de 2010

-6 de mayo.

Mi marido come con buen apetito pero no creo que tenga hambre realmente, ni que pese a irse a la cama siempre tan pronto tenga sueño o cansancio. Además, cuando está encima mía, haciéndome el amor con esa enérgica y viril forma que tanto me excita, me parece que hay algo de impostado y falso en sus gestos. A veces pienso que es como si una astilla estuviera incrustada en el engranaje que rige a mi marido, y otras sin embargo pienso que es justamente lo que le falta, una astilla que haga trastabillar esa máquina tan perfecta.

-7 de mayo.

Hoy he estado recordando cuando conocí a mí marido. Por aquel entonces no me extrañé cuando me dijo que ya no tenía padres, que habían muerto en un accidente de tráfico, y que su único hermano despareció en extrañas circunstancias en un viaje de placer que hizo a Tailandia. No le gustaba, ni le gusta, hablar de su pueblo, uno muy pequeño de la provincia de Albacete que jamás hemos visitado; para qué, dice, si allí no le queda familia y sólo puede traerle nostalgia.

8 de mayo.

A mitad de la noche me he desvelado y he estado observando largamente a mi marido. Aunque parecía dormir plácidamente, en su gesto no encontraba paz, aunque tampoco desasosiego. Me ha parecido que su respiración, tan mecánica y monótona, simulaba el funcionamiento de un compresor.

9 de mayo.

El mes pasado le dije a mi marido que estaba harta de que nunca discutiéramos, de que siempre opináramos lo mismo; da igual si estamos decidiendo el lugar de veraneo, o si hablamos sobre inmigración, literatura, o la última convocatoria del seleccionador. Siempre alcanzamos un acuerdo casi instantáneo. Desde ese día sospecho que, ocasionalmente, me está llevando la contraria con desgana.

10 de mayo.

Hoy por la mañana mi marido me ha desnudado salvajemente y me ha hecho el amor sobre la alfombra del pasillo. Aparentemente es justo lo que necesitaba, pero mientras lo hacía no he podido evitar acordarme de los celos que sentía al principio de nuestra relación, cuando lo imaginaba en la cama con otras mujeres. He sentido rabia porque ahora soy incapaz de imaginármelo con otra, porque sé que jamás lo hará, y lo peor, porque creo que ni siquiera le apetece. Me ha parecido que su cuerpo desnudo tenía un tacto metálico y frío. Me siento nerviosa. Tengo que decirle al terapeuta que me suba la dosis.

-11 de mayo.

Esta tarde he estado intentando relajarme mirando fotos antiguas. He caído en la cuenta de que todos los amigos que tenemos son mis amigos, los amigos que yo ya tenía antes de conocerle a él. De todos los hombres mi marido es el único que en todo este tiempo, ni ha engordado ni ha perdido pelo.

-18 de mayo.

Mi marido me saca de quicio. Ya no lo puedo soportar. Estos días he estado de baja por los nervios que me produce, siempre sacando la basura, bromeando con mi madre cuando llama por teléfono y encargándose de los problemas de los niños y de todo lo demás. El muy imbécil ha pedido vacaciones para cuidarme. Me ha cocinado todos mis platos favoritos y me ha traído 8 docenas de rosas blancas cada día. Hoy me he dado cuenta de que desde que lo conozco nunca ha estado enfermo.

-19 de mayo.

Ayer pensé en suicidarme. No lo hice porque ese sería un final chabacano y manido. En el siglo 18 era algo romántico pero seguro que en el siglo 18 yo hubiera acabado con un marido como dios manda, que ronca, eructa y se tira pedos en la cama. Además no estoy dispuesta a que mi familia y mis vecinas se apiaden de él cuando lo vean llorando frente a mi féretro, con ese llanto tan estético que tiene y cuya falsedad sólo yo sería capaz de detectar. No. No me suicidare, pero esto tiene que acabar de algún modo.

-20 de mayo.

Esta mañana el vaso se ha colmado. Mi marido me ha despertado dulcemente arrojando pétalos de jazmín sobre mi lecho. Me ha traído un desayuno recién hecho a la cama y me ha dejado sola un rato. Después ha regresado recién duchado y oliendo primorosamente a un perfume que siempre me ha encantado. Antes de que pudiera decir nada me ha dicho que se iba a ir un tiempo con los niños a la sierra para darme descanso. Es justo lo que le iba a pedir. Le he escrutado y en su mirada no he encontrado ni sacrificio, ni dolor, y aún menos placer. No le he podido soportar y le he golpeado con el bote de mermelada de kiwi en la cabeza. Se ha desplomado y antes de perder la consciencia el cretino de él sólo ha sabido musitar que me quiere. He perdido los estribos y le he machacado lo que quedaba del bote en la frente. No sé si ha sangrando pero sobre su rostro sólo había una viscosidad verde.

-21 de mayo.

El abogado de oficio que me han asignado es nefasto. Apesta a alcohol y sospecho que no distingue un habeas corpus de un corpore in sepulto. Lleva anillo de casado y no deja de mirarme las tetas. Me encanta.

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