Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
(Jaime Gil de Biedma)
Aborrezco su belleza. Mira cómo
bailan y se contornean. El cubata en perfecto equilibrio. Sus cuerpos. Sus
rostros angulosos y su trato perfecto
con la luz. Y con las sombras. Pero también odio a esas mujeres enormes y
gordas, que se meten en el Jacuzzi. Viejas
y embutidas en sus trajes de baño negros
e inacabables. Coronadas por esos gorros de baño floreados que jamás fueron
modernos. Cómo hacen esa inmersión lenta, permitiendo que el agua describa su
perímetro interminable. Haciendo que el agua se abra hasta el dolor para
engullirlas con un gesto de inapetencia inmenso. Pero no es por ellas. No. Es
por el tiempo. El tiempo que nos destruye. La erosión silente que nos hará
polvo, cenizas, que nos lleva a la nada, pero que antes, justo antes, con su
peculiar sarcasmo, parece querer hincharnos
como globos para mayor gloria de su devastación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario