miércoles, 5 de febrero de 2014

Insomnio






Una vez amé a una mujer insomne
y las noches eran una casa
donde el vértigo poseía una gran butaca

Una vez amé a una mujer insomne
en las largas horas de la noche
su cuerpo caía sobre la cama
como una catedral antigua

Y se oía el eco de su aliento
la rara estructura del sigilo
en la  eterna celebración
de la negra eucaristía.

Una vez amé a un mujer insomne
y viajábamos a los lomos
de recuerdos invertebrados
cuya antigüedad y signo
no pudimos descifrar


Anchos bulevares, boutiques
y burdeles
en los sueños perdidos de la mujer
insomne

Cada noche llorábamos juntos
por los sueños que no eran
y nuestras manos  nuestras
pieles
cada noche.

Una vez amé  a una mujer insomne


Cada noche que no duermo
acompaño a esa mujer insomne
en el inmenso recinto de la vigilia



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