Una vez amé a una mujer insomne
y las noches eran una casa
donde el vértigo poseía una gran butaca
Una vez amé a una mujer insomne
en las largas horas de la noche
su cuerpo caía sobre la cama
como una catedral antigua
Y se oía el eco de su aliento
la rara estructura del sigilo
en la eterna celebración
de la negra eucaristía.
Una vez amé a un mujer insomne
y viajábamos a los lomos
de recuerdos invertebrados
cuya antigüedad y signo
no pudimos descifrar
Anchos bulevares, boutiques
y burdeles
en los sueños perdidos de la mujer
insomne
Cada noche llorábamos juntos
por los sueños que no eran
y nuestras manos nuestras
pieles
cada noche.
Una vez amé a una mujer insomne
Cada noche que no duermo
acompaño a esa mujer insomne
en el inmenso recinto de la vigilia
Esto es magnífico, tio. Lo digo muy sinceramente.
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