viernes, 14 de febrero de 2014

Culpa





No podías con la culpa, era superior a ti, no podías, ni siquiera te quitabas el anillo, te pedí que te lo quitaras pero no lo hiciste, no lo hiciste jamás, preferías que fuera así, y no sólo eso, lo mirabas con frecuencia, lo mirabas cuando más te gustaba lo que te hacía,observabas fijamente el anillo brillar y lo acercabas a tus ojos cuando te hacía eso que él no sabía, cuando te hacía eso, y sentías la culpa, y yo pensaba que encontrabas placer en ese dolor profundo, cuando lamía tu piel, y lo pensaba en cada ocasión, cada vez y te veía llorar o gemir o todo a la vez, y no podías con la culpa repetías y no querías que aquello fuera hermoso, aunque lo necesitaras, aunque te hubieras matado si yo hubiera dicho que hasta aquí, necesitabas sentir la culpa, necesitabas enfrentar la imperfección de la culpa a la perfección del amor, un error inmejorable, pero lo último que querías es que aquello fuera algo bonito, eso no por favor, y buscabas que todo fuera torpe, inexacto, que nos moviéramos de una forma, sincopada y discorde, con caricias inapropiadas, con palabras incorrectas e interrupciones extemporáneas y elegías lugares desagradables, donde el mar estaba sucio, donde todo olía mal, playas escondidas donde los peces sólo iban a morir, donde recalaba la basura de los océanos, hay lugares en la tierra que tienen remordimientos, me dijiste, lugares donde el mar es negro, pero no ese negro que es profundo y al que quieres entregarte no, un negro que da miedo, un negro entrañas adentro, un negro negro, calles nauseabundas, o bares sórdidos, en baños tan sucios que todo daba asco, y hasta la música era horrible y una noche me llevaste a un rincón repugnante, un callejón que olía a meado y muerte y entonces repentinamente se puso a nevar, no sé cuándo fue, sería invierno o tal vez ya primavera y se puso a nevar, ni siquiera hacía frío y aquella nieve era lo más hermoso de la tierra, y los copos caían sobre tí, silenciosos, contraviniendo las leyes de la física o el tiempo , se derretían al tocar tu piel caliente, se evaporaban si entraban en contacto con las partes de tu cuerpo que rozaban con las mías, y fue algo inexplicable, todo en ti parecía mejor, tu pelo, tu cara, tus piernas, el brillo de tus ojos iluminando aquella calle de mierda y aquel barrio de mierda y aquel mundo de mierda, y tú quisiste parar pero no te dejé y besé tus labios como nunca lo había hecho con nadie y como nunca jamás haré, y seguí despacio, despacio, y te gustaba tanto que llorabas, casi te hacía daño cuando intentabas irte y yo te abrazaba fuerte y aquello te gustaba más y más y entonces eras tú la que no podías dejarlo, y no existía nada y acabamos los dos y no existía nada más que nosotros y la nieve, no había otra cosa que tú y yo entrelazados de un modo animal, bajo la nieve cada vez más intensa, cubriéndolo todo y entonces tú te subiste las medias y la falda y me diste un empujón y me gritaste así no puto imbécil, mientras te marchabas corriendo por esa calle ahora blanca y reluciente, dejando las huellas de tu botas como estigmas en la nieve y ya jamás te volví a ver. Jamás.

1 comentario: