Yo estaba en la cama con Idoia
Nieves cuyo aspecto en realidad ignoro
totalmente pero que en mi sueño era una mujer de 35 años con cuerpo de
funcionaria que hace spining por las tardes y que a pesar de conservar casi la
totalidad del esplendor de su cuerpo es ignorada por su marido. Así que yo
estaba en la cama con Idoia Nieves y empezaba a besar su cuello y luego la zona
de detrás de las orejas mientras pensaba cómo amaba a aquella mujer y lo
hermoso que era su nombre y sobre todo su apellido y comienzo a susurrar en sus
oídos evocadores símiles con su apellido y la belleza de las cosas, las
Nieves que con su blancura sanan el mundo de su negrura, las Nieves que
extirpan con su fría y silenciosa caída toda la culpa del mundo, arrojarme a
las Nieves y entregar mi cuerpo a su frío olvido, blanco y gozoso. Pero justo
en ese momento recuerdo lo que sucede de verdad y es que aunque amo a Idoia
Nieves es Yolanda Barcina quien me paga la casa, quien me mantiene y costea mi
dudosa carrera literaria a cambio de que le haga el amor con desgana una o dos
veces al mes. Yo y Yolanda, quien ahoga en mi cuerpo las tensiones políticas y
las intrigas de los despachos. Verbo y Verga, así es como me llama Yolanda
Barcina y cada vez que entra a mi apartamento lleno de libros, cada vez que irrumpe
sin avisar dejando a sus guardaespaldas en el portal o en el bar de abajo
(nunca lo sé) me ordena que me desnude inmediatamente y que le haga el amor de
forma inmisericorde, y me dice "Jódeme cómo si fuera Maiorga" y me
pide que pronuncie palabras en euskera (palabras que en su mayor parte yo
invento porque no hablo euskera), que las grite sin piedad, hasta que
ella termina, y siento que en mi interior se opera una especie de efecto
benéfico y bondadoso en el mundo cuando acaba. Así que lo que sucede
también después es que Yolanda se fuma un cigarrillo mientras echa un ojo
a mis cuartillas con un interés relativo y en silencio y luego mientras se
viste me dice "Eres cojonudo" aunque sin concretar si se refiere a mi
escritura o a lo otro, y antes de irse me arroja un cheque con bastantes ceros
y mientras se peina yo la miro y pienso que en algún lugar aquella mujer es
tremendamente atractiva aunque puede que jamás lo sepa nadie. Y eso es todo lo
que pienso con mi rostro junto a la suave nuca de Idoia Nieves, en la oscuridad
mitigada por un brillo invernal que su piel emite y le digo que la amo y le
digo que si hunde a Yolanda, que si la hunde, mi carrera de escritor está
acabada, que si termina con su gobierno tendré que buscar un trabajo y que yo tengo
manos de pianista y necesito leer y escribir para no ser hombre muerto, y que
es ella quien paga nuestro nido de amor, y que lo haga por mí pues la amo de
una forma incomprensible que no puedo describir, entonces ella se da la vuelta
bruscamente y se queda un rato observándonos a mí y al infinito y me besa
profundamente con un beso que dice tantas cosas que no soy capaz de escuchar
todas. Entonces mi sueño se torna borroso y luego aparece Idoia Nieves en una
comisión parlamentaria y miles de preguntas son formuladas mientra que Idoia
llora tímidamente, y con entereza y a todas las preguntas da la misma
respuesta musitada, casi inaudible: El amor, El amor El amor, El amor mientras
que hombres trajeados se llevan las manos a las cabezas y justo en ese momento
es cuando yo he despertado y la verdad, no he sabido si reír o llorar.
+++
ResponderEliminarSobradote de genialidad
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